¿Son las exposiciones de Instituciones Municipales un verdadero aporte a la cultura de Viña del Mar?



¿Falta de criterios curatoriales o torpeza en la gestión de la cultura en la Quinta región?


La exposición que llevó a cabo la Corporación Cultural de Viña del Mar en su Sala de muestras permanentes durante agosto y septiembre 2016, localizada en la calle Arlegui 683, ha presentado una amalgama de tópicos relacionados con la fotografía internacional y con la escultura nacional.

Situada en su planta baja encontramos una muestra fotográfica denominada “Il viaggio di Guido D’Arezzo, immagini d’Italia e Sud America”, traducida como “El viaje de Guido D’Arezzo, imágenes de Italia y Sud America”, parte de un proyecto llamado “Arezzo del Mundo” especialmente curado para ser mostrado en agosto del 2016 en la ciudad de Viña del mar. 
Esta muestra contenía fotografías de cuatro expositores: Giorgio Bagnarelli y Sara Gragnoli de Italia, Sebastian Miquel de Argentina, y Antonio Brasiliano de Brasil. 

Los temas a tratar en la exposición fotográfica fueron fundamentalmente la vida de vagabundos en la ciudad de Sao Paulo, Brasil, la relación con las bajas temperaturas y su sobrevivencia. Por otro lado, la identidad de los ciudadanos que hoy conforman las ciudades en Italia, la arquitectura de las construcciones renacentistas italianas, sus ritos medievales en contraste con las zonas rurales y desérticas del altiplano y las identidades de los habitantes que pueblan la zona norte de Chile como alrededor de sus fronteras. 

La curaduría de esta primera exposición a pesar de tener algunas fotografías enmarcadas con vidrio y paspartú, denotaba desorganización, otras simplemente estaban pegadas sobre un soporte, el formato era muy pequeño para poder apreciar los detalles con claridad. La disposición de las fotografías no obedecía a ningún criterio de orden o catalogación, sin embargo, al deducir sus proveniencias, ninguna tenía ficha técnica sobre la obra o su autor, ninguna explicitaba nombres ni fechas. Su disposición dejaba notar la falta de dedicación por parte de las personas encargadas del montaje de la sala, en primer lugar, cuando se trata de llamar la atención desde la vista que da a la calle, mientras los transeúntes pasan y se preguntan qué podría significar la foto de un vagabundo durmiendo en la calle, el tipo de shock visual que todo peatón evita con la mirada a la hora de discernir que es estéticamente atractivo o amable de observar de la urbe. La posición de las fotos rotundamente no fue meditada por los organizadores de la muestra, y su falta de compromiso al situar las obras cobra sentido al querer atraer al público común y corriente que transita a las afueras. 

Sólo la serie de vagabundos disponía un catálogo, titulado “Antes de que duela el frío…”, curada por Nátasha Fernández, en el cual se refería a distintos testimonios tomados de las personas retratadas en situación de calle. Relatos y experiencias comentados con relación a las bajas temperaturas, a los padecimientos y el sufrimiento que implica sobrevivir a la intemperie. 


La segunda parte de la muestra, situada en el segundo piso, sin mucha coherencia estaba dedicada a un homenaje de cinco mujeres escultoras chilenas. Las obras datan desde 1960 y las artistas que fueron invitadas a participar con esculturas situadas en museos, espacios públicos, así como en colecciones privadas para ser parte de la exposición titulada “5 mujeres en la Escultura”, desde el 17 de agosto hasta el 10 de septiembre 2016, y que constaba con la colaboración de Hilda Rochna, Ana María Wynecken, Laura Quezada, Sandra Santander y Verónica Astaburuaga, todas las artistas fueron nacidas en el siglo XX.
Aquello que resalta de sus obras es que constan de un componente orgánico que se repite en la materialidad y forma de sus esculturas, la selección deja ver lo que la identifica y la búsqueda personal de cada una con respecto a la materialidad, técnica y relación con el espacio. 

Demostrando en cada una de ellas, sea cual sea el material una característica de retorno con respecto al origen de las formas y de la materia.

Barro, metal, madera y mármol, materiales relacionados con el tamaño, el agua, la luz y otros factores espaciales y ópticos. Pero tomando en cuenta el específico rigor que se utilizó para crear este tipo de obras que no tienen mucho poder estético ni algún atractivo poco convencional, el montaje del lugar demuestra precariedad, la poca prolijidad en cuanto al aspecto visual, de la limpieza y el orden no se cumplieron de la mejor manera. 

Las etiquetas que daban a conocer el fichaje técnico eran trozos de papel (algunos pegados de mejor manera que otros) a un lado de cada escultura. Pobreza visual, así como pobreza en la curaduría general de la muestra por parte del señor Osvaldo Rivera Riffo, partiendo por su catálogo que muy bajas expectativas genera al visitante que se aproxima en primera instancia al folleto informativo de la exhibición. En el intento de la formalidad cruza la línea de lo deprimente, la elección de colores y especialmente el texto curatorial. Cito: “La ciudad de Viña del mar es una ciudad rica en patrimonio cultural, y esta exposición, sin duda, acrecentará la imagen de una ciudad que se apoya en las Bellas Artes”. Ensalzar la muestra y la valoración del arte por parte del Municipio y la ciudad de Viña del mar que es una especie de burla o ironía para la escasa manifestación, difusión y acercamiento hacia las Bellas Artes que tiene nuestra ciudad.

Sobre todo distinguir que una exposición privada conlleva más expectativas por ser independiente, sin embargo es inquietante notar la falta de dedicación en una invitación gubernamental, que debería tratar las artes y aquello que se quiere ofrecer como cultura de la manera más preciada y estéticamente lograr un resultado profesional y digno de llamar patrimonio cultural artístico. 

Finalizar con la invitación de apreciar de manera empírica las condiciones de montaje de la exposición y comprobar la decepción que provoca el espacio en la sala de la Corporación Cultural de Viña del mar y que deja al descubierto las falencias detrás del Ministerio de Cultura y los proyectos poco ambiciosos que gestiona. 


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