“En la Pampa”, ca. 1923-32


Pedro Figari Solari
Montevideo, 29 de Junio de 1861- Montevideo, 24 de julio de 1938
Óleo sobre cartón
69 x 99 cm
Colección de origen: Museo Histórico Nacional de Montevideo, Uruguay.
Colección actual: Museo Figari Montevideo, Uruguay.
Vanguardia Pictórica Latinoaméricana

Pedro Figari nace en Uruguay en 1861 de padres inmigrantes italianos. Durante su vida se desempeña como abogado, político, periodista, escritor, pedagogo, humanista, filósofo y artista.
Estudia leyes en la Universidad de la Republica, universidad pública de Uruguay en el año 1885, donde se titula como Doctor en Jurisprudencia.
Un año más tarde se casa con María de Castro Caravia, luego de contraer matrimonio viaja a Europa donde estará radicado por casi 10 años.
En 1889 fue designado Defensor de los Pobres en lo Civil y lo Criminal hasta 1897.

En 1893 comienza su actividad periodística donde funda y co-dirige el diario liberal El Deber.
Llega a publicar en los diarios El Siglo y en La Razón.

Durante el año 1915 dirige la Escuela de Artes  Oficios donde propone realzar la identidad americana de los estudiantes mediante talleres y destacando el desarrollo de la mentalidad con criterio propio. Pone en marcha un novedoso plan de enseñanza industrial, que integra las artes aplicadas con talleres de cerámica, mimbrería, vitrales, esculturas en madera y labores que incluyen motivos autóctonos.

En 1918 después de su fracaso educativo y de la separación de su esposa con quien tuvo nueve hijos, se desata su inminente vocación por el arte, especialmente la pintura con casi 60 años de edad.

En 1921 se radica en Buenos Aires, cómo asesor letrado de la Legación de la República Oriental del Uruguay en la Argentina, mientras que ese mismo año expone en la Galería Müller. Durante este período entabla una relación con los integrantes de la revista Martin Fierro en 1924, mismo año de la realización del Manifiesto Martin Fierro y de la fundación de la Asociación Amigos del Arte.

En 1925 se traslada a París donde permanece por casi 9 años, formando parte del movimiento neoimpresionista en la Escuela de París y consigue su consagración como artista plástico, regresa a Uruguay en el año 1934.

Cuando regresa a su ciudad natal es nombrado Asesor Artístico del Ministerio de Instrucción Pública. Y en el año 1938 fallece en Montevideo el 24 de julio.  Entre sus obras filosóficas y literarias se puede destacar Arte, estética e ideal (1912), El gaucho (1919), Autonomía regional (1924), El arquitecto (1928) e Historia Kiria (1930). Mientras que en su obras pictóricas son importantes sus innumerables candombes, pericones, y paisajes ligados a la pampa uruguaya o pampa húmeda como se le suele llamar.

Figari maneja un gran dominio de los recursos expresivos en su pintura, lo que hace de él un visualizador en el acto psicológico de pintar con imágenes.
En la obra “En la Pampa” podemos apreciar una fuerte significación del color como lo son los tonos tierra que inundan el plano pictórico, los tonos de tierra de siena tostada en el caballo y los tonos de tierra de sombra natural en el árbol y en el follaje del prado se armonizan con los tonos de azul Prusia y ultramar que definen el cielo y el agua, más el blanco que se ubica en la luna y en partes del caballo solitario. Es importante definir que la pintura es diluida y de poca densidad, mientras que las pinceladas que se pueden apreciar en el árbol son complejas tramas de un crecimiento en proporción aurea y de fuertes trazos retorcidos que representan con claridad la forma de las ramas de este extraño ejemplar nativo. El prado, el cielo y el agua difuminados y tratados cada uno con una determinada manera de representar los arreboles, los pastos y el vaivén del agua se entremezclan con la diferencias tonales de luz y sombra para proporcionar la profundidad del espacio.

Aborda la soledad y la basta amplitud del campo como temáticas que ningún otro pintor había sugerido anteriormente. La dimensiones y proporciones de su pintura evidencian la composición con pocos elementos aun así significativos y de gran riqueza plástica. Todos los elementos de esta obra exudan la temática de la soledad, cada figura representada en el campo pictórico está sólo e independiente del resto, como si ninguno dependiese del otro, pero a su vez conformando un conjunto solitario que perturba en su simpleza. Las aves, el árbol, la luna y el caballo se manifiestan en una estática atmósfera de quietud y serenidad. La austeridad del colorido del paisaje también nos transmite el panorama de esa zona y el sentimiento que podría surgir de un paisaje de esa envergadura. La transmisión de la sensación del ambiente que podría generar la planicie, su clima y los tonos de la naturaleza.

Estos escasos elementos, como son el caballo, la luna, el cielo, el agua, y el prado, así como las pocas aves que se distinguen acurrucadas. El árbol, autóctono de la provincia de origen del pintor, toma protagonismo detrás del caballo, formulando un silencioso y metafísico escenario, que ambienta un estado anímico particular. Este árbol específicamente es un raro espécimen llamado ombú, oriundo de las pampas uruguayas y argentinas toma un significado mucho más profundo y valorizado en cuanto a su definición de identidad regional. El negro se puede distinguir en zonas muy específicas, proporciona la distinción y concentra la atención entre todo el plano destacándose.

Muy importante es para el pintor la creación de una identidad marcada por la ausencia de indigenismo en Uruguay, mientras que la vida social de la época de Figari es resaltada por la manera en que aborda temas sociales, como lo son el candombe y los pericones, instancias en donde la vida de la población popular y de elite gestan sus costumbres y celebraciones. Lo que más llamaba la atención de Figari es la forma de las tradiciones de la cultura uruguaya post colonización. El rol del afroamericano dentro de ésta es sin duda la parte más importante en donde demuestra que los negros libertos tenían la posibilidad de llevar a cabo sus festejos durante la Navidad y que se desarrollaban en los siguiente 3 domingos y que terminaban en la celebración de San Baltasar, rey mago de etnia africana y que representa fielmente a ésta población popular olvidada o más bien rezagada dentro de la sociedad de la época, destinada a desplegar su ritual dentro de estancias decoradas y habilitadas con tapices, telas, colores y vestimentas distintas a las de la elite.

Los pericones al contrario se llevaban a cabo en espacios abiertos y exteriores, donde las mujeres con sus vestidos pomposos y faldas abultadas resaltan en bailes de salón muy distintos a los tambores y bailes provenientes de África, como lo son aquellos ritmos y vestimentas adaptadas en América.

Es importante la diferencia entre los colores que utiliza para este tipo de pinturas en donde el centro de atención es el ser humano y sus habilidades sociales y de cohesión humana. Mientras que en la pampa el paisaje y la naturaleza así como la fauna es el principal foco de atención y por lo tanto el estado de ánimo o el sentir de esta soledad y del silencio que genera el viento y el clima de aquella zona del mapa Río Platense símil en ambos países Argentina y Uruguay.

Bibliografía











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